En el año 2010, cuando hice el Camino de Santiago, hubo momentos en los que pensé que me rendiría frente a la dificultad o al cansancio. Gracias a Dios persistí y 34 días después de haberlo iniciado llegué a la Catedral de Santiago de Compostela. Por supuesto, que hay muchos momentos que recuerdo como especiales, pero algunos se grabaron más profundamente que otros.
No soy persona muy ducha en el uso de aparatos de sonido y lo que tenía disponible en aquel momento era un Ipod que mi esposo me había prestado con las canciones que el había guardado allí. Algunas me gustaban y otras no y, por supuesto, no tenía idea cómo hacer que el aparato tocara alguna en especial en un momento dado. Todo era random, pero ya saben que random muchas veces resulta perfectamente apropiado. Aclaro: me fascina la música.
Ocurrió que un día, aquel que me tocó subir la empinada loma que lleva hasta O Cebreiro, una de las localidades icónicas de la ruta, iba yo dudando sobre mi capacidad de llegar a la cima y es justo en ese momento en que empieza a sonar la canción Abriendo puertas de Gloria Estefan con aquella copla sobre el año nuevo que comienza y demás y de veras que fue una inyección de energía. Sentía que las notas musicales me elevaban por el aire muy por sobre mi cansancio y mis temores. Es más, hubo un tramo en que literalmente bailé cuesta arriba marcando el ritmo con mi vara de caminar y creo que más de un peregrino me miró y confirmó que estaba loca.
Cocinar puede ser una actividad gregaria o muy solitaria, dependiendo del momento y del grupo que a uno lo rodean. En mi caso, por ejemplo, invito a mis nietos a cocinar y pasamos muy divertidos, pero hay muchísimas ocasiones en que estoy sola en la cocina adelantando tareas que puedan quitarme trabajo más adelante.
Al igual que ocurre con los oficios de la casa hay algunos que a uno le gustan más que otros. Para mí, planchar es muy divertido, pero sé que hay quienes prefieren remar hasta Australia antes de planchar una servilleta. Por ejemplo, a la hora de cocinar, es quizás picar los ingredientes lo que menos me apetece hacer, sobre todo cuando la picada involucra grandes cantidades. Eso me lleva a querer hacer mucho de lo que implica picar en una tanda. Así, cuando compro vegetales básicos hago enormes cantidades de refrito pues prefiero picar diez cebollas en un solo envión que picar una cebolla por día.
Preparar mezclas de especias me fascina, a pesar de que mi sentido del olfato es el menos desarrollado, pero abrir un frasquito y dejar que el aroma penetre en mi cerebro antes de viajar a un recipiente me hace tremendamente feliz. Lo que hago es que saco un número plural de especias de la despensa, las destapo y pongo dos o tres recipientes enfrente. Allí voy echando un poco de esto y un poco de aquello en cada recipiente mientras me imagino si irán bien con pollo o carnes, pescados o vegetales. Envaso estos tesoritos, los marco y así solo tengo que sacar y espolvorear llegado el momento. Y, en general, en cada mezcla, aunque la piense para platos salados, incluyo un toque "dulce" como canela o clavo molido o pimienta dulce. ¡Cosas que a uno se le ocurren! Y que van muy bien con una bella sinfonía, la que más le guste.
Llegado el momento de hacer dulces tengo que usar toda mi concentración pues ya saben que estas fórmulas químicas dejan poco espacio para la experimentación a menos, claro está, que sea algo a base de frutas o un dulce de esos mojados en los que uno, además de la crema, puede añadir nueces, frutos secos y otras basuritas a discreción.
Los bizcochos y el nevado los preparo según receta, pero las decoración las dejo a la imaginación.
Para el tiempo que uso decorando es la música clásica la que promueve más inspiración. Pero eso es algo ya harto comprobado.
No se asusten que ya vamos llegando al tema de este post que es acompañarnos con música cuando cocinamos. Hay varias formas de hacerlo, una es tener un playlist básico con música de esa que a uno le hace feliz y activarlo al momento de entrar a la cocina. Sin embargo, bien sabemos que no siempre estamos del mismo humor ni con ganas de escuchar lo mismo así es que vamos a ver distintas opciones. Aclaro que por lo general escucho, lo que sea que escucho, con audífonos pues así no molesto a nadie con mis inventos. Aunque, quizás, si tuviera una buena bocina para la cocina me atrevería a ser impertinente.
Yo, suelo amanecer con ganas de música suave por lo que si voy a preparar un desayuno, por ejemplo, puede que viaje con Cat Stevens a Morning has broken o Que bonito o Mil colores de Rosario Flores, un jazz o bossa nova instrumental siempre caen bien temprano, aunque aclaro que si uno amanece fosforito hasta una bachata de Juan Luis Guerra termina de animar el día.
Cada quien tiene sus favoritos y es por eso que es casi imposible preparar un playlist para alguien más. Lo bueno es que hay muchas aplicaciones que permiten hacerlo y aunque algo de tiempo hay que invertir, el resultado siempre suele ser muy bueno. En Youtube incluso hay varias ya organizadas y solo es cuestión de escucharlas y decidir si combinan con nuestra personalidad. Entre esas encuentro:
https://www.youtube.com/watch?v=g7gQqvMIn3s - tiene de todo tanto cantado como instrumental
https://www.youtube.com/watch?v=2uVyPUA69ng - igual que la anterior un buen revoltijo de todo
https://www.youtube.com/watch?v=-ggKCL1ouUc - jazz y bossa nova
En Spotify hay también varias listas armadas "para cocinar" como Cooking Instrumentals y Classical Cooking. Tienen su gracia y nos ahorran tiempo.
Yo, por mi parte, suelo inclinarme por escuchar sencillamente la música que me gusta desde siempre. Los compositores y cantantes de los setenta como Carole King, James Taylor, John Denver y compañía siempre aparecen, así como Joan Manuel Serrat, Pablo Alborán o el loquito de Sabina. Y cuando necesito energía adicional hasta Lola Flores se cruza en mi camino.
Imagínense ustedes preparar un buen salteado de esos que requieren ir añadiendo ingredientes uno a uno sobre un wok hirviendo mientras tiras unos pasitos con Que me coma el tigre o Sarandonga. Ya me están dando ganas de cocinar. Y por esa onda visito a la Celia y su Yerbero para que me de ánimo cuando la cosa se pone lenta.
Para los dulces, que como ya mencioné requieren más concentración, suelo acompañarme con música clásica y/o instrumental. De esta última diría que quien más viene a mi cocina es Ennio Morricone, aunque a veces se le atraviesan Paco de Lucía y Yanni quien con su Reflections of Passion me lleva de respirar hondo a dirigir una orquesta con mi cuchara de palo.
Comprendo que no a todo el mundo le gusta cocinar y que así como a mi me quita estrés hay quienes ven el nivel de este bicho subir con tan solo pensar en encender la estufa. Es casualmente a ese grupo al que recomiendo probar tener música sonando mientras cocina. Podría cambiar totalmente su percepción de la cocina.
Y bien dijo Alejandro Sanz: "La música no se canta se respira”. Un poco como la cocina.
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